Dejalaca, el Motociclista
Dejalaca, arriba de su motocicleta KRT 2100cc, marca ( espacio disponible para publicidad ), se aprestaba a sobrepasar al camión aljibe que lo precedía, acelerando a 320 km por hora, al mismo tiempo que digitaba el número de su polola en el celular.
-¡Aló!, sí para allá voy ahora, le comunicó mientras conducía con una sola mano.
Del transporte saltó un líquido verdoso que cubrió totalmente la visera del casco de seguridad de Dejalaca, dejándolo sin visión alguna. Al levantar la luneta para ver directamente, el líquido cayó a sus ojos, quedando totalmente a ciegas, por unos instantes.
-¡Debo bajar a la berma!, ¡debo apostar a que no haya obstáculos en ella antes que –en forma gradual- logre frenar totalmente!, se planteó el motociclista.
Cuando ya recuperaba su visión, no pudo evitar, ascender por la rampa -apoyada contra el suelo de la berma- de un camión transportador de automóviles desocupado. Al terminar el tramo de ascenso de la bandeja, fue eyectado hacia el cielo.
-¡Haré una serie de tres rizos en el aire y así disminuiré la velocidad de la motocicleta!, y tendré más tiempo de enfilarla en paralelo a la carretera, pensó.
-¡Y de paso seré el primero en hacerlo en la historia de la humanidad!, se entusiasmó.
Increíblemente, no por su habilidad, sino por su característica -de salir bien parado de las terribles consecuencias de los hechos que el mismo ocasiona- logra aterrizar sobre otro transporte de vehículos menores, que va en su misma dirección. Cae sobre el techo del primer coche -que sirvió para amortiguar la caída y reducir la velocidad- para después pasar por el segundo y, así sucesivamente, hasta recorrer el techo de la cabina del camión y descender por el parabrisas. Finalmente cayó al nivel del suelo de la autopista. Por supuesto, antes de eso, dejó gravemente averiados todos los vehículos transportados y la cabina del conductor también
-¡Soy un genio!, Dejalaca exclamó para sí.
El conductor del camión, al ver que algo atraviesa por delante de su cabina, instintivamente frena y debido a lo brusco de su acción, el transporte se cruza en la carretera y los vehículos que vienen atrás de él empiezan a estrellarlo, y los que vienen detrás de éstos, chocan a los de adelante y, así sucesivamente, produciéndose un caos tremendo con miles de vehículos dañados severamente. La carretera, presentaba un insólito tapiz de vehículos destrozados que se perdía en lontananza.
-¡Cresta, no puedo controlarla!, se alarmó Dejalaca y se dejó caer. Su maniobra es genial, salió sin un rasguño del entrevero, pero su motocicleta extrañamente recupera su verticalidad, sigue su veloz recorrido y salta la barrera que separa del sentido contrario del tránsito de la autopista.
Allí comienza a repetirse el mismo espectáculo, con idéntico resultado de vehículos desintegrados hasta perderse de vista en el horizonte.
Dejalaca se incorpora del suelo, sacude la suciedad de su ropa y se dispone a recoger su motocicleta, pero no la encuentra.
-¡Siguió rodando por la ruta!, pensó Dejalaca, y partió en esa dirección a buscar su vehículo.
Va caminando rápido cuando –gradualmente- comienza a escuchar un cierto rumor a sus espaldas, que se transforma rápidamente en denuestos gritados a todo pulmón. Voltea su cabeza para saber qué pasa y toma conciencia de una turba de gente armada –con cuanto encontraba a mano- que persigue a alguien. Dejalaca no entiende qué pudo haber sucedido ni a quién persiguen. Con las manos hace un gesto de interrogación -que es muy mal interpretado por la multitud- que acelera el tranco y aumenta el volumen de sus amenazas y diatribas.
Dejalaca comprende que -quizá por qué motivo- esa gente lo persigue, y decide caminar cada vez más rápido hasta terminar corriendo a más no poder. Huyendo va, cuando se percata que -en sentido contrario al suyo- viene otra horda incluso mayor a la anterior.
Dejalaca, con su agudo sentido para captar el peligro, sale de la autopista y corre a campo traviesa, eludiendo una vaca que está fuera de un predio agrícola.
-¡Muuuhhh!, se expresó el vacuno, quizá también en un tono de reproche.
Dejalaca, al evitar estrellarse contra el animal -sin darse cuenta- pasa por el único y estrecho espacio sin alambrada, que sirve de demarcación para el predio agrícola existente en ese sector.
La muchedumbre que va tras él no advierte a tiempo el alambrado oculto por la maleza. Caen los primeros sobre el vallado, los segundos sobre los primeros y, así sucesivamente, hasta formar varias capas humanas.
Dejalaca se distanció de la jauría, que -ya impotente- le lanzaba todo lo que llevaban encima, pero sin posibilidad de alcanzarlo. Luego la chusma se devolvió a sus destrozados vehículos.
-¿Qué habrá pasado con mi motocicleta?, se preguntaba Dejalaca, ya fuera de peligro.
-¿Y esa gente por qué me perseguía?, de seguro gente envidiosa que me vio hacer el triple rizo en el aire. ¡Es increíble la estupidez humana!, concluyó finalmente, Dejalaca.
Nadie sabe –con precisión- por qué Dejalaca se llama así. Tampoco si tiene algún otro nombre, pues desde bebé sólo se le llamó Dejalaca, a secas. Cuando nació, al momento del obstetra levantarlo a la altura de sus ojos -para el rápido examen visual de rutina- Dejalaca se mandó una cagada que cubrió de materia fecal -de arriba abajo- al médico. Con una precocidad increíble asió el estetoscopio del facultativo y al tratar de quitárselo, el adminículo fue a dar, lleno de mierda, a la boca abierta de una de las enfermeras. Aunque parezca exageración de la realidad -por mi parte- con el forcejo dio un manotazo que botó los anteojos del médico al suelo, los cuales fueron destrozados -al pisarles alguien- encima.
Se podría decir que Dejalaca nació predestinado a realizar hazañas que a la humanidad, precisamente, no habrán de agradar.
Fin
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