Cuento del Tío (en cien palabras)
Tomaba un café con piernas, en calle Ahumada, cuando se me acerca un sujeto, ostentando reloj, colleras y otras joyas de oro.
Ofrece venderme el San Cristóbal a bajísimo precio. Cerro fiscal, famoso por haberse “vendido” numerosas veces, por estafadores profesionales, a ingenuos compradores.
Yo andaba con plata del finiquito de mi último trabajo. El tipo dice que está muy apurado de dinero y que acepta ese monto como total del precio.
Oliendo a cuento del tío, astutamente dije: vamos al Notario para legalizar la compraventa.
No fue cuento del tío, ahora poseo el cerro, pero ¡nadie me lo compra!
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